Alimentacion

La Alimentación viva

La salud depende del equilibrio térmico de nuestras envolturas externa e interna, que son la piel y mucosas, respectivamente. Dicho equilibrio sólo se logra cuando la temperatura de la piel y las mucosas es uniforme, de 37°C.

Según este pionero de la medicina natural, siempre enfermamos por desequilibrio térmico del cuerpo, que siempre implica fiebre intestinal en grado variable, la cual se origina y mantiene por reacción nerviosa y circulatoria, provocada por el prolongado esfuerzo digestivo que exige el procesamiento de alimentos inadecuados.

La fiebre gastrointestinal debilita por desnutrición e intoxicación.

Consecuencias de la fiebre interna para nuestra salud

Lezaeta lo explica así:

«La fiebre gastrointestinal debilita y aniquila, por desnutrición e intoxicación. Si sube la temperatura interna, la digestión se convierte en putrefacción, la cual, además de despojar a los alimentos de sus propiedades benéficas, es fuente de tóxicos que envenenan la sangre. Iniciada la fiebre interna, la víctima de ella se ve progresivamente encerrada en un círculo vicioso en el que el calor anormal del vientre favorece la corrupción de sus alimentos, y la fermentación pútrida de éstos, al elevar la temperatura local, favorece nuevas putrefacciones».

Según el autor, la fiebre interna crónica produce fermentaciones pútridas con desarrollo de gases tóxicos y ácidos corrosivos, que

– degeneran de los tejidos de las mucosas, paredes del estómago e intestino: «los vasos sanguíneos se dilatan, reteniendo mayor volumen de sangre que la normal y, por tanto, manteniendo la temperatura febril en grado variable».

-dificultan la circulación de la sangre en la piel, extremidades y cerebro: «mientras mayor es la congestión en las entrañas, más deficiente es la circulación de la sangre en la piel, las extremidades y el cerebro».

– sobrecargan la sangre de impurezas y venenos:»estas materias alteran la composición normal de la sangre, la cual se acidifica, pierde su fluidez y se moviliza con dificultad» y «originan nuevas irritaciones, inflamaciones y congestiones, características de los estados patológicos».

– irritación, congestión, debilitamiento y desgaste de los tejidos del corazón, hígado, riñones, bazo, venas y arterias: la sobrecarga de impurezas en la sangre obliga a los órganos encargados de purificarla y hacerla circular a un trabajo forzado constante.

– Irritación de los órganos superiores: pecho, cuello y cabeza, producto de que los gases tóxicos «penetran a través de los tejidos porosos del cuerpo, de preferencia hacia arriba, afectando con su acción irritante y corrosiva los órganos del pecho, cuello y cabeza».

Alimentos que refrescan y alimentos que afiebran nuestras entrañas

Lezaeta nos explica que todo trabajo desarrolla calor, y que a mayor trabajo, mayor calor.

– «Con los alimentos vegetales en su estado natural, es decir, crudos, el trabajo digestivo se realiza en dos horas a lo más. Pero estos mismos alimentos cocinados o asados prolongan el trabajo digestivo a tres o más horas».

– «Todo alimento cocido, puesto que exige un prolongado esfuerzo digestivo, congestiona las mucosas del estómago, elevando así su temperatura. Esta fiebre interna se agrava con los alimentos cadavéricos e industriales, con las bebidas alcohólicas y los condimentos».

La buena digestión y nutrición dependen de la temperatura del aparato digestivo.

La nutrición constituye la función fundamental del proceso vital. Sin interrupción, nuestro cuerpo consume substancias y energías para su mantenimiento y desarrollo, requiriendo que le proporcionemos un suministro constante de materias primas (nutrientes esenciales). En otras palabras, nuestro cuerpo es de la calidad de los alimentos ingerimos, ya que estos forman su sangre y sus tejidos, al tiempo que mantienen la actividad y normalidad de sus funciones. Es por esto que, saber alimentarnos es una condición indispensable para conservar y recuperar nuestra salud.

Pues bien, para alimentarnos bien nos conviene recordar que, por muchas vitaminas, minerales, aminoácidos que contengan, la ingestión de alimentos no es garantía de una óptima nutrición intestinal, ya que si la digestión no es adecuada, no nos estaremos nutriendo óptimamente. Lezaeta lo expresó muy claramente:

«el valor nutritivo de un alimento no está dado en su composición química, sino en su grado de digestibilidad, porque el organismo sólo aprovecha lo que digiere».

Y es preciso saber que la digestión sólo puede ser sana a la temperatura de 37°C en el estómago e intestinos, ya que se trata un proceso de transformación de alimentos en sangre, que implica fermentación microbiana.

También es necesario considerar que la nutrición no es sola ni principalmente intestinal, pues buena parte de ella se hace por vía pulmonar y cutánea.

Y para que la digestión sea óptima, es necesaria la normalidad funcional de nuestra piel y pulmones.

Cómo facilitarle el trabajo a tu sistema digestivo, equilibrar tu temperatura y mejorar tu salud.

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