EL NUMERO 13: Las encuestas demuestran que, entre todas las supersticiones referentes a la mala suerte, la inquietud relacionada con el número trece es la que hoy en día afecta a más gente.
Los franceses, por ejemplo, nunca dan a las señas de una casa el número trece. En Italia, la lotería nacional lo omite. Las líneas aéreas internacionales saltan ese número en las filas de asientos de los aviones. En los Estados Unidos, los modernos rascacielos, comunidades de propietarios y edificios de apartamentos dan al piso que sigue al 12 el número 14.
Un experimento psicológico puso a prueba la potencia de esta superstición. Un nuevo edificio de apartamentos de lujo, a una de cuyas plantas se le dio temporalmente el número trece, alquiló unidades en todas las demás plantas, y sólo muy pocas en la planta decimotercera. Cuando se cambió el número de esta planta por el de 12-B, los apartamentos sin alquilar en seguida encontraron inquilinos.
Todo esto se remonta a la mitología nórdica en la era precristiana. A un banquete en el Valhalla fueron invitados doce dioses. Loki, el espíritu de la pelea y del mal, se coló por las buenas, con lo que el número de los presentes llegó a trece. En la lucha que se produjo para expulsar a Loki, Balder, el favorito de los dioses, encontró la muerte.
Ésta es una de las primeras referencias escritas al infortunio relacionado con el número trece. Desde Escandinavia, la superstición se difundió a través de Europa, en dirección Sur.
Al iniciarse la era cristiana, estaba ya bien establecida en los países mediterráneos. Entonces, aseguran los folkloristas, la creencia fue notablemente reforzada, tal vez para siempre, por la cena más famosa de la historia: la Última Cena.
Cristo y sus apóstoles eran trece. Menos de veinticuatro horas después de esta cena, Cristo era crucificado.
Los mitólogos han considerado la leyenda nórdica como una prefiguración del banquete cristiano. Trazan paralelos entre el traidor Judas y Loki, el espíritu de la contienda, y entre Balder, el dios favorito que resultó asesinado, y Cristo, que fue crucificado. Lo indiscutible es que, desde principios de la era cristiana en adelante, invitar a cenar a trece personas significa buscar un desastre.
Como ocurre con toda superstición, una vez sentada una creencia, la gente busca, conscientemente o no, acontecimientos que encajen con el pronóstico. En 1798, por ejemplo, una revista británica titulada “Gentlemen’s Magazine”, estimuló la superstición del número trece al citar estadísticas de seguros en aquella época, que revelaron que, como promedio, una de cada trece personas reunidas en una habitación moriría antes de un año.
En los Estados Unidos, el trece sería considerado como un número afortunado. Forma parte de muchos de los símbolos nacionales, ya que en el reverso de los billetes de banco hay una pirámide incompleta de trece escalones, el águila heráldica sostiene en una garra una rama de olivo con trece hojas y trece frutos, y en la otra, trece flechas. Hay, además, trece estrellas sobre la cabeza del águila. Todo esto, desde luego, nada tiene que ver con la superstición, sino que conmemora las trece colonias que originaron el país, y que por su parte fueron un símbolo de buen auspicio.
Pero en según que países, si el 13 cae en viernes la cosa se pone fea. Según la tradición, en un viernes día 13, Eva tentó a Adán con la manzana, el Arca de Noé inició su larga navegación durante el Diluvio, una confusión de idiomas puso fin a la construcción de la torre de Babel, el Templo de Salomón fue arrasado, y también en este día Cristo murió en la cruz.
Sin embargo, el verdadero origen de la superstición parece ser también un relato en la mitología escandinava. El nombre del viernes —Friday en inglés, Freitag en alemán— procede de Frigga, la liberal diosa del amor y la fertilidad. Cuando las tribus escandinavas y germánicas se convirtieron al cristianismo, Frigga fue execrada y desterrada a la cumbre de una montaña, considerada como bruja.
Se creía que cada viernes la diosa, rencorosa, celebraba una reunión con otras 11 brujas, más el demonio —con lo que eran 13 los asistentes—, y conspiraban para causar infortunios durante la semana siguiente. Durante muchos siglos, en Escandinavia el viernes fue conocido como el «Sabbath de las brujas».
Aunque se desconoce cuál pueda ser el proceso que en España dio lugar al «martes y trece, ni te cases ni te embarques», sí podemos recordar que el nombre del día procede de Marte, el dios de la guerra.
Fuente: Charles Panati
@ Luzarama